EL VIERNES 3 DE MAYO SE CUMPLIERON 500 AÑOS DE LA MUERTE DEL GENIO ITALIANO

Medio milenio de la muerte de Leonardo da Vinci

Este viernes se conmemoraron cinco siglos del fallecimiento en Francia de uno de los hombres con mayor talento que ha dado la Historia. Repasamos su figura y su obra, que siguen fascinando a generación tras generación, aunque son aún un misterio.

Amboise

Leonardo da Vinci pasó los últimos tres años de su vida en Amboise (Francia), por invitación de Francisco I, uno de sus principales mecenas. En 1516, con 64 años, el artista cruzó los Alpes acompañado por su discípulo más querido, Francesco Melzi, y llevando consigo tres de sus obras maestras (la Mona Lisa, San Juan Bautista y Santa Ana), cuadernos, manuscritos y notas. Se instaló en el castillo Cloux, hoy llamado Clos-Lucé, a 400 metros del castillo de Amboise, residencia del rey. Allí organizó fiestas para Francisco I, realizó obras de ingeniería civil, siguió dibujando… Decía Cellini que el monarca estaba enamorado de Leonardo. Éste muere el 2 de mayo de 1519, a los 67 años, en el castillo de Amboise. Según el fantasioso Vasari, en brazos del rey, escena que inmortalizó Ingres en un célebre cuadro. Yace en una tumba en la capilla Saint-Hubert del castillo. La última obra de Leonardo fue un dibujo de cuatro triángulos rectángulos. Interrumpió el trabajo «porque la sopa se enfría». Fueron las últimas palabras que anotó.

Benefactores y mecenas

Además de Francisco I, Leonardo tuvo otros muchos mecenas en su carrera. Lorenzo de Médici envió a Leonardo a Milán para que trabajara para Ludovico Sforza, conocido como «El Moro», duque de Milán. Pintó varios retratos en la Corte y se dedicó a organizar fiestas y espectáculos en palacio. Entre ellas, la boda de Ludovico Sforza y Beatriz d’Este, a quien retrató. El duque tuvo varias amantes. Una de ellas, Cecilia Gallerani, fue retratada por Leonardo en uno de sus cuadros más hermosos: «La dama del armiño». César Borgia, otro de sus mecenas, era un tirano y un psicópata. Leonardo estuvo ocho meses a su servicio y viajó con sus ejércitos. Sorprende que, siendo pacifista, trabajara para él. Le atraía el poder.

Códices y cuadernos

Da Vinci era un grafómano. Escribía muchísimo y lo hacía de una forma muy característica. Se calcula que al menos el 50% de todo lo que escribió se ha perdido. Se conservan 23 códices, de tamaños y números de páginas muy variados: el Códice Atlántico, el Códice sobre el vuelo de los pájaros, el Códice Hammer… Este fue adquirido en 1994 por Bill Gates por 30,8 millones de dólares. La Biblioteca Nacional de España atesora entre sus fondos dos preciadísimos tesoros: los «Códices Madrid I y II». Se conservan más de 7.200 páginas abarrotadas de dibujos y anotaciones del artista. Curioso insaciable, Da Vinci solía llevar colgado del cinto un pequeño cuaderno en el que dibujaba y anotaba todo lo que veía o se le ocurría. Lo tenía en el ADN: procedía de una familia de notarios.

Disección de cadáveres

Cuesta imaginar a un dandi como Leonardo cubierto de sangre. Pero tal fue su obsesión por la anatomía que diseccionó caballos, vacas y cadáveres humanos para desentrañar cómo era el interior del cuerpo y poder dibujarlo y pintarlo. Como estaba prohibido diseccionar cadáveres femeninos, recurrió a una vaca para estudiar el feto. Cuentan que la mano de Leonardo fue tan hábil con la pluma como con el bisturí.
Recibió una educación muy elemental en su infancia. No sabía latín (su talón de Aquiles). Su lenguaje es muy pobre y escaso. Dibujaba caricaturas. Su padre le enseñó algunos de sus dibujos a su amigo Andrea del Verrocchio. En 1469, Leonardo entró como aprendiz en su taller, uno de los más prestigiosos de la época. A los 20 años ya forma parte del Gremio de San Lucas de Florencia.
A los 55 años, conoce a Francesco Melzi, de 14 años e hijo de un noble. Leonardo lo adoptó: fue para él un padre y su maestro. Melzi se convirtió en su secretario personal y uno de sus ayudantes en el taller. Le nombró albacea y recibió la mayor parte de la herencia, por culpa de la cual Leonardo mantuvo agrias disputas y demandas judiciales con sus once hermanastros.

Su obra mayor

Se cree que la mujer de la enigmática sonrisa es Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo. La pintura, que cuelga en el Louvre, es la más famosa del mundo. El 21 de agosto de 1911, los guardas de seguridad del museo se dieron cuenta de que «La Gioconda», de Leonardo, no colgaba en la pared del Salon Carré. Había desaparecido. Solo estaba el hueco vacío en la pared y los clavos que sujetaban el cuadro. Dos días después, los periódicos de todo el mundo se hacían eco de la noticia en sus portadas. Aquel día murió un cuadro y nació un icono universal. El autor del robo fue Vincenzo Peruggia, un pintor y decorador italiano de 30 años que había trabajado en el Louvre. La Mona Lisa había estado durante dos años a escasos tres kilómetros del Louvre. En la humilde casa de Peruggia, en el número 5 de la Rue de l’Hospital Saint Louis, encerrada en un armario cerca de la cocina. Fue condenado a tres años de cárcel, pero apenas estuvo doce meses. Es una pequeña tabla de 77 por 53 centímetros. Leonardo tardó cuatro años en pintarla. Se exhibe en una vitrina a prueba de balas. Napoleón ordenó en 1800 que sacaran el cuadro del Louvre y lo colocaran en su dormitorio de las Tullerías. Cuando fue coronado emperador en 1804 lo devolvió al Louvre. El duque de Buckingham propuso intercambiar «La Gioconda» por el «Erasmo» de Holbein y «La Sagrada Familia» de Tiziano. Luis XIII estuvo a punto de aceptar. Cole Porter la incluye en su canción «You’re the top». También le han dedicado canciones Bob Dylan, Elton John, Carlos Santana… Su imagen ha servido para anunciar coches, preservativos, corsés, queso, caramelos, tabaco, champán, prótesis dentales, horquillas… Fue símbolo de los Mundiales de Fútbol de 1990. En la II Guerra Mundial la BBC utilizó su sonrisa como mensaje en clave para la Resistencia francesa: «La Gioconda conserva su sonrisa».

Inventos

Leonardo diseñó máquinas voladoras, vehículos blindados, morteros de triple cañón, tanques, puentes giratorios, carros autopropulsados, grúas giratorias, flotadores para caminar sobre el agua y equipos de buceo, el anemómetro, la ballesta gigante… Ideó proyectos megalómanos que no se llevaron a cabo: desviar el Arno excavando un canal de diez metros de profundidad, construir un canal navegable entre Florencia y el Mediterráneo, drenar las marismas de Piombino… Tenía la manía de dejar sin acabar la mayoría de los proyectos que emprendía. Nunca se llevó a cabo una estatua ecuestre en honor de Francesco Sforza de más de siete metros de altura. Era una obra colosal.
En su biblioteca había libros como la «Historia Natural» de Plinio, la «Arquitectura» de Vitruvio, obras de Arquímedes, Aristóteles, Esopo… Un libro que le influyó muchísimo en todo su pensamiento, en su visión del mundo, fue «Las Metamorfosis» de Ovidio.

Miguel Ángel

Leonardo no tenía nada que ver con este otro genio del Renacimiento. Buonarroti era irascible, neurótico, atormentado, austero, iba desaliñado y sucio. Quisieron enfrentar a Leonardo, de 51 años, y Miguel Ángel, de 28, en una competición artística con sendos encargos para la Sala del Gran Consejo del Palazzo della Signoria de Florencia. El primero, plasmando en una pared una escena de la Batalla de Anghiari. El segundo, en otra, una escena de la Batalla de Cascina. Los dos abandonaron sus proyectos y fue Vasari quien acabó decorando la sala.

En los libros

La vida y la obra de Leonardo han inspirado no solo a artistas y científicos, sino también a escritores. Han alimentado las teorías conspirativas de Dan Brown en su best seller «El Código Da Vinci», que novela una conspiración para encubrir la historia de Jesucristo, quien se habría casado con María Magdalena y habría tenido descendientes.
Además de la celebérrima Mona Lisa, otros retratos como «La dama del armiño», «La belle ferronière», «Ginevra de Benci»…; complejas obras narrativas como «Santa Ana, la Virgen y el Niño», «La Virgen de las Rocas» y «La Adoración de los Reyes», «San Jerónimo»… Se devanó los sesos para hallar la proporción áurea y probar la cuadratura del círculo. Lo estudió con ahínco en una de sus obras más famosas: «El hombre de Vitruvio». En este dibujo hace un estudio de las proporciones ideales del cuerpo humano, realizado a partir de los textos de arquitectura de Vitruvio.

Personalidad

Visionario y pionero del humanismo científico (aunó curiosidad científica sin límite y virtuosismo artístico), Leonardo suplía su falta de estudios gracias a sus dotes de observación, su aguda mirada, una imaginación desbordante y su obsesión por fusionar arte y ciencia, humanidades y tecnología. Rubio, atlético, fuerte, afable, ameno conversador, elegante, refinado, sofisticado… Un dandi que lucía túnicas rosas y rojas en satén y terciopelo. Era vegetariano. Fue un inadaptado por el hecho de ser bastardo y homosexual. Perfeccionista hasta lo enfermizo, le gustaba retocar la pintura al óleo con sus manos.

Renacimiento

Fue el arquetipo del hombre del Renacimiento. Nada le era ajeno a Da Vinci: hizo estudios de anatomía, fósiles, pájaros, óptica, perspectiva, máquinas, botánica, geología, armamento, geometría, astronomía, hidrodinámica, espectáculos teatrales… Adelantado a su tiempo, revolucionario, es autor de numerosos hallazgos: hizo la primera descripción de la arterioesclerosis como un proceso en función del tiempo, fue uno de los primeros en observar que el sistema sanguíneo estaba en el corazón y no en el hígado, y el primero en saber cómo funciona la válvula aórtica.
El 15 de noviembre de 2017 se subastó en la sala Christie’s de Nueva York la obra «Salvator Mundi», atribuida a Leonardo da Vinci, por 450 millones de dólares, precio más alto pagado hasta la fecha en una subasta de arte. Hasta entonces era propiedad del oligarca ruso Dmitry Rybolovlev. Se supo que el lienzo, cuya autoría es discutida por los especialistas, fue adquirido por el príncipe saudí Bader bin Abdullah bin Farhan al Saud. Iba a ser expuesto en septiembre del año pasado en el Louvre Abu Dabi, pero desde su compra no se sabe nada del cuadro. Su paradero es un misterio.
Tras la muerte de Leonardo en 1519, su discípulo preferido, Francesco Melzi, recibe como herencia todo lo que había escrito Leonardo y sus últimas pinturas. Extrajo de los manuscritos todas las menciones del maestro sobre pintura. Es lo que llamamos su «Tratado sobre pintura». Cuando muere Melzi, su hijo Orazio no le da valor a ese tesoro y lo guarda en un desván. Ahí comienza su dispersión por desconocimiento y falta de voluntad.

La última cena

Esta pintura mural, realizada entre 1495 y 1498, es otra de las obras más conocidas de Leonardo. Se halla en el refectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie en Milán. Mide 460 por 880 centímetros de ancho La pintura al óleo y temple sobre yeso seco empleada en «La Última Cena» no ha aguantado el paso de los años y casi se ha desvanecido.

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