EN JOVENES AUMENTA EL RIESGO DE AFECCIONES NEUROCOGNITIVAS

Advierten que el consumo excesivo de alcohol busca llenar vacíos emocionales

El escenario de la creciente ingesta alcohólica por parte de adolescentes se corrobora en estadísticas y en el simple hecho de darse una vuelta por las zonas en las que los chicos salen a bailar. Es verdad que muchos de ellos ya vienen «entonadísimos» desde la casa, en la que hicieron la famosa «previa». Esa que tanta discusión suscita entre los padres que, estén a favor o en contra, saben que es ahí donde el alcohol más barato es ingerido profusamente.
Digamos con énfasis que muchos chicos no abusan del alcohol e, incluso, no toman o toman muy poco. No tienen prensa y no se los estudia para entender qué hace que no abusen de sustancias, cómo se las arreglan para vivir con razonable felicidad sin apuntar a «ayudines» químicos, o qué tipo de educación favoreció esta conducta. No son pocos, pero casi no se les lleva el apunte, lo que es una pena.

Un modo de adormecer la angustia

Las estadísticas de la ingesta abusiva hablan del alcohol y sus volúmenes de consumo, pero sobre todo del espíritu de esos chicos que, en esa sustancia, encuentran aquello que sienten no tener. Por eso se habla de «bebidas espirituosas»: una forma «trucha» de conseguir el «espíritu» que anhelan, pero no siempre consiguen.
El escenario emocional que transparenta el abuso de alcohol en la adolescencia es de desamparo y angustia, mucha angustia. Una idea del disfrutar emparentada con la pérdida de la conciencia, con el efecto ansiolítico y analgésico que el alcohol propone muestra cuál es el laberinto que lleva al abuso. Laberinto en el que está presente el miedo, la ansiedad y un cierto desamparo, que hay que tener en cuenta si la idea es aportar soluciones y no sólo escandalizarse.

Un modo de evadir

“La `previa´ transparenta el vínculo de los chicos con el universo adulto parental. Ahí los chicos que se reúnen alrededor del tótem de la botella son muchas veces amparados por padres que dicen cosas como «prefiero que chupen acá, que la calle está dura». Si la calle está dura, si ser grande es ser «flojito» o rígido (caras de la misma moneda), si el horizonte está ausente o lleno de monstruos, si los padres temen ser padres y no ejercen la autoridad que les compete, se entiende que la botella ofrezca aquello que antes ofrecía el biberón: paz, sosiego, amor, confianza, amparo. Por algo los chicos que abusan del alcohol son aquellos que `se maman´, porque estar `mamado´ es lo más parecido a aquel cobijo de las épocas de la lactancia. Cuando sentían desamparo, `chupaban´ y se tranquilizaban. Hoy, muchos de ellos, hacen lo mismo”, advierte el psicólogo Miguel Espeche.

Déficit neurocognitivo y enfermedades

«Vemos chicos de 14, 15, 16 años con cuadros realmente graves. Tenemos una prohibición de venta y dispensa de alcohol a menores de 18 años, pero en muchos países de Europa han subido el límite hasta los 25. Esto es porque sabemos que el cerebro no termina de formarse a los 18 años, puede madurar incluso hasta los 27 años», dice Carlos Damin, director de Toxicología del Hospital Fernández.
«El alcohol produce una alteración muy particular en las neoformaciones del cerebro, que es muy vulnerable en esta etapa, sobre todo si se producen intoxicaciones esporádicas, una o dos veces por semana», explica. El daño neurocognitivo, dice el especialista, es una consecuencia que el menor pagará en hasta 20 años: «Llegará a los 40 con un déficit neurocognitivo impresionante, que no hubiera tenido si no hubiera tomado alcohol en exceso».
Según la Organización Panamericana de la Salud, el consumo de alcohol contribuye con más de 200 enfermedades y lesiones, incluidos algunos tipos de cáncer. Además, produce en los menores daños en el hígado, el páncreas y los riñones.
Por otro lado, la médica psiquiatra Geraldine Peronace cuenta que ante un pico de descontrol provocado por el consumo de alcohol «muchas veces les sucede el bajón». La especialista, que trabajó durante una década en el servicio de enfermería de la discoteca Pacha, vaticina que la generación de menores de entre 12 y 17 años tendrá niveles poco vistos de depresión. «Es la enfermedad de este siglo», afirma.
Otro factor de riesgo cuando los adolescentes consumen alcohol, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es que se reduce el autocontrol y aumentan los comportamientos nocivos, como las relaciones sexuales no protegidas y/o consentidas.

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