ESTUDIANTES APLICAN NANOTECNOLOGÍA Y SOLUCIÓN A BARRIOS VULNERABLES

Techo y hecho

Con un revolucionario invento, tres estudiantes argentinas buscan transformar la vida en los barrios más vulnerables. Son chicas de José León Suárez que ganaron un concurso nacional por la creación de una solución práctica y económica para las filtraciones y goteras en techos de chapa, un problema recurrente en las viviendas de su zona.
La curiosidad -la sed de averiguar, conocer y saber siempre un poco más- es tal vez la cualidad más imprescindible del aprendizaje. Por eso, cultivar el deseo de salir de lo convencional para comprender nuevos aspectos de la vida y vivir experiencias novedosas que enriquezcan la sabiduría es uno de los desafíos más importantes de los docentes que día a día se ponen al frente de jóvenes que transitan la escuela secundaria.
Ese es el caso de Karen Mongelos, docente de matemáticas en la Escuela Secundaria Técnica de la UNSAM, que, una mañana, frente a estudiantes de tercer año decidió llevar a la clase la nanotecnología, una rama científica relativamente nueva que normalmente no habita las aulas de los colegios.

Nano x un día

La profesora Mongelos, que actualmente está finalizando la Licenciatura en Ciencias Aplicadas en la UTN, les propuso a sus alumnos explorar la manipulación de la materia a escala nanométrica y los invitó a participar del concurso Nano x un Día, desarrollado a nivel nacional por la Fundación Argentina de Nanotecnología (FAN) para el que tendrían que desarrollar una solución a un problema específico utilizando nanotecnología.
Melody Cañete, Brisa Figueroa y Tamara Flores fueron las tres jóvenes que más se interesaron y que junto con su profesora, que ofició de tutora, empezaron a investigar sobre qué aplicación podían darle a esta tecnología. Para ello se contactaron con el Instituto de Nanosistemas (INS) y conocieron a Rodrigo Medina y María de los Ángeles Ramírez, becarios del instituto que se interesaron en su propuesta y las asesoraron durante todo el proceso.
Luego de realizar una encuesta entre sus compañeros, el equipo descubrió que, en José León Suárez, el 68 por ciento de los estudiantes de su colegio tiene viviendas con techo de chapa, de los cuales un 40 por ciento tiene problemas con goteras y filtraciones cuando llueve. Por eso, se pusieron como meta desarrollar un material que resuelva el problema de los agujeros, que dure en el tiempo, que sea económico y fácil de aplicar.
Actualmente el problema de los agujeros en la chapa se soluciona con membranas impermeabilizantes, por ejemplo, que deben ser aplicadas por especialistas y que, en muchos casos, exceden las posibilidades económicas de las familias que habitan este tipo de construcciones. «Esta es una idea que surge de una problemática específica de los chicos de la zona de José León Suárez, donde las construcciones son muy precarias y hay muchísimas situaciones problemáticas», señaló a Infobae Karen Mongelos.

La ciencia y el sentido común

Las jóvenes científicas decidieron entonces tomar un material ya conocido y utilizado: la espuma de poliuretano. «Es una espuma comercial que se usa en diferentes sectores técnicos o industriales como sellador», explicó Rodrigo Medina. «Pero en el ámbito técnico se conoce que el poliuretano tiende a degradarse con la exposición solar».
Teniendo en cuenta que esta espuma es una buena selladora pero no es resistente, las jóvenes científicas decidieron intervenir un barniz sintético con nanopartículas de dióxido de titanio (TiO2), una sustancia usada por ejemplo en cremas y lociones como filtro UV. «En nuestro proyecto, la espuma se pone del lado de adentro de la chapa y del lado de arriba se pone un barniz sintético con dióxido de titanio para que los rayos UV del sol no deterioren la espuma», explicó Melody, que vive en el barrio Independencia.
«Se aplica por el lado de adentro, en forma de spray, y después de unos minutos se pone dura. Como expuesta al sol se deteriora buscamos la solución del barniz: intervenirlo con nanopartículas de dióxido de titanio, que tiene propiedades autolimpiantes, antibacteriales y antirrayos UV», puntualizó Tamara. Cualidades imprescindibles para un material que, además de cubrir los agujeros, tiene que soportar las inclemencias del clima.
«Hay dos cuestiones: que la espuma selle y se adhiera a la superficie que tenía el agujero inicial y que el barniz (que ya sabemos que se puede adherir a la espuma) se adhiera también a la otra superficie, que en este caso sería la chapa», dijo Rodrigo, que no disimula su emoción de ser parte del proyecto y del progreso de las chicas.
«Ahí hay también otra parte para caracterizar. Pero bueno, estamos en el camino y hasta ahora las cosas están funcionando. Eso es lo que nos motiva. La columna vertebral es desarrollar el producto, aplicarlo y que funcione».
Y se esforzaron mucho: se plantearon una hipótesis, buscaron bibliografía, leyeron textos complejos, trabajaron en vacaciones de invierno, incluso los fines de semana, pasaron tiempo en el laboratorio y presentaron el proyecto titulado Desarrollo de una formulación bloqueadora de rayos UV con partículas de TIO2-Aplicación de espumas de poliuretano en recubrimiento de agujeros, con una justificación científica impecable.

El compromiso del saber aplicado

«El nivel académico del proyecto fue muy alto. Ellas se pusieron al hombro este proyecto y trabajaron un montón, vinieron a la biblioteca de la universidad y se sentaron con la computadora a escribir. Fue muy interdisciplinario», dijo su profesora y tutora. Rodrigo concuerda: «Eso es fascinante, que puedan explorar el mundo desde jóvenes, que puedan hacerse preguntas y que puedan aplicar el método científico es super valorable. Nace de la intención, sigue con ser consistente y todos los días trabajar, leer textos que parezcan aburridos con vocabulario al que no estás acostumbrado o buscar revistas que quizás creíste que jamás ibas a leer a los 15 años».
Tamara, Melody y Brisa trabajaron también durante varias jornadas en los laboratorios del INS, donde aprendieron a usar algunos de los equipos. Llevaron chapas deterioradas y chapas nuevas y realizaron análisis con una pistola de fluorescencia de rayos X que les permitió conocer la composición y el estado de cada chapa. De a poco, su proyecto era cada vez más palpable.
En noviembre del último año, se publicaron en la página de la FAN (que pertenece al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva desde 2005) los resultados del concurso. «Ellas estaban en clase, porque fue un día de semana. Entonces cuando lo vemos en la página (yo obvio no las podía llamar porque estaban en clase), les mandé un WhatsApp y les dije que habíamos ganado. Estaban re felices», relata Karen. «Estaban muy emocionadas», cuenta Rodrigo. Y Tamara remata: «¡Cómo nos pusimos ese día! No lo podíamos creer», con una sonrisa cómplice a sus compañeras.
Después de la emoción inicial llegó el premio: un viaje a Santa Fe para conocer laboratorios de nanotecnología, que las chicas pudieron disfrutar junto con su profesora, sumando nuevas experiencias y conociendo profesionales de distintas disciplinas. Además, 15 mil pesos para concretar el proyecto. «Desde el INS y desde la FAN nos están ayudando mucho. Ya consiguieron las nanopartículas y ahora vamos a empezar a desarrollar y hacer las pruebas para ver las cantidades que tenemos que utilizar», afirmó Medina.

Un aporte que trasciende

Si bien explican que en un primer momento se planteó para una problemática de un lugar puntual, su idea es que, más allá de los barrios carenciados, lo pueda aplicar cualquier persona en cualquier lado. Según el equipo, dadas las características del producto, la potencialidad que tiene de poder expandirse a diferentes áreas es muy grande.
Dos de los diferenciales que le dan ventaja al producto por sobre otros métodos actuales son: que es más accesible en términos de costo y que puede ser aplicado por cualquier persona de manera fácil y rápida. «El poliuretano se aplica como un spray desde adentro. Con esto no se corre ningún riesgo y es cien por ciento autodidáctico: leemos las instrucciones, lo ponemos y queda. Se fija en unos minutos y luego el barniz que nosotros estaríamos creando recubre al poliuretano de forma tal que tenga mayor durabilidad y no se degrade», resumió Rodrigo, joven becario del INS. Y agregó: «Si logramos que las nanopartículas se incorporen sin perder sus propiedades catalíticas, reabsorber el UV, estaríamos logrando que estén dispersas por toda la solución y la aplicación sea directa: agarramos un pincel y listo, el poliuretano está cubierto».
La emoción de las chicas, sus profesores, compañeros y familias es evidente. Es que, cuando la ciencia se escapa del laboratorio para volcarse en la calle, no tiene contra. Tamara, Melody y Brisa pensaron en sus pares -y fundamentalmente en su barrio- y se esforzaron para encontrar una solución a un problema que los golpea por igual a todos y que, de ser solucionado, se traduce en calidad de vida.
«Creo que ellas es el día de hoy que no dimensionan la importancia que tiene haber hecho esto», confiesa Mongelos. «Creo que trasciende la participación en un concurso y haber ganado porque utilizaron una idea concreta, una problemática concreta dentro de su propio barrio, y buscaron la solución. Eso es también un poco lo que es la escuela secundaria hoy en día. Despertar vocaciones e ir conociendo y viendo caminos. Es muy importante despertarles a los chicos esta chispa a través de lo que sea».
«Nosotros a través de este programa con el cual las chicas ganaron, intentamos generar que estas temáticas sean parte de la escuela y que a su vez los chicos tengan la capacidad de desarrollar un proyecto, de pensar usar estos nanomateriales», señaló por su parte Matías Salemi de la Fundación Argentina de Nanotecnología.
«Junto con María de los Ángeles estamos muy contentos. Por un lado por hacer divulgación, poder comunicar lo que hacemos los científicos, por ejemplo en nanotecnología (que dicho sea de paso, yo no lo vi hasta que hice una carrera de grado)», reafirmó Rodrigo. «Y, por otro lado, concreta algo que nosotros queremos hacer que es ciencia aplicada, ciencia dirigida, ciencia que tenga un resultado que sea solucionar un problema que puede estar en cualquier lugar».
Ahora, aunque queda trabajo por hacer, la alegría en los rostros del equipo es indeleble. Tamara, Melody y Brisa accedieron gracias a la educación pública al derecho de tener una motivación, un impulso, un sueño y una proyección de futuro. La pregunta es: «¿Se imaginan siendo científicas dentro de unos años?» y la respuesta es únanime: «Sí, nos gustaría».

Cuando la ciencia hace sociedad

La ciencia es la mayor empresa colectiva de la humanidad. Nos permite vivir más tiempo y mejor, cuida de nuestra salud, nos proporciona medicamentos que curan enfermedades y alivian dolores y sufrimientos, nos ayuda a conseguir agua para nuestras necesidades básicas –incluyendo la comida–, suministra energía y nos hace la vida más agradable, pues puede desempeñar un papel en el deporte, la música, el ocio y las últimas tecnologías en comunicaciones. Finalmente, aunque no por ello menos importante, la ciencia alimenta nuestro espíritu. En otras palabras, es una de las vías más importantes de acceso al conocimiento. Tiene un papel fundamental del cual se beneficia el conjunto de la sociedad: genera nuevos conocimientos, mejora la educación y aumenta nuestra calidad de vida.
Actualmente la Argentina tiene 1.202 científicos por millón de habitantes, según datos del Banco Mundial. La cifra está muy por debajo de la de los países con mayor cantidad de investigadores, encabezados por Israel (8.255), Dinamarca (7.198), Finlandia (6.985), Corea (6.899) y Suecia (6.868). Los números señalan que el sistema científico argentino aún debe crecer mucho para acercarse al nivel de los países desarrollados, un crecimiento ahora jaqueado por los recortes recientes en el presupuesto científico y en el ingreso de investigadores al Conicet.

Fuentes: UNSAM, BM.

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