Payada criolla
A días para que comience el tercer mes del año y con este posiblemente la largada de la mayoría de las campañas de los candidatos tanto nacionales como provinciales y municipales, un sondeo somero sobre la ciudadanía permite inferir que más allá de las simpatías que puedan generar los postulados y los posicionamientos sobre los problemas de coyuntura, poco y nada se sabe que piensan hacer con los destinos políticos que les toque de acceder a la administración de lo público
Déficit nacional
A diferencia de muchos países de la región, en Argentina nunca se pudo llevar a cabo un debate presidencial. Hay varias propuestas de ley sobre el tema, pero los especialistas coinciden en que el propio votante debe exigirlo. Dicen que un grupo de organizaciones lanzaría una campaña en breve para concretar esta instancia previa a las urnas. ¿Podrá realizarse esta vez?
En Brasil, el año pasado ya fueron nueve. Estados Unidos es un caso típico donde se llevan a cabo con absoluta normalidad. Y en países de la región como Chile, Perú, Colombia y Paraguay, ya son casi una instancia obligada. En todos los casos, los debates presidenciales se esperan, se preparan, se sienten y se celebran. Paralizan a la población y los candidatos los viven como un verdadero desafío político. En Argentina, un acontecimiento de esa magnitud sólo sería comparable a un River-Boca. Pero los candidatos se bajan antes de jugar el partido. Y de hecho, hay una gran incertidumbre de candidateables a menos de ocho meses de la elección.
El ciudadano llega a las urnas sin la chance de poder ver una discusión cara a cara entre los aspirantes a ocupar el sillón de Balcarce 50. Es una tendencia de la política argentina en sí, y no de un candidato en particular: el debate depende de la sola voluntad de los candidatos, que especulan con una ventaja electoral. Caso contrario al de Brasil, donde Dilma Rousseff se sometió a todos los debates, incluso hasta dos días antes de la primera vuelta electoral, al mismo nivel que el resto de los candidatos.
Y quien piense que el resultado de los debates es inocuo, se equivoca de medio a medio. De hecho, esa sucesión de debates en Brasil habría influido en la estrepitosa caída de la ecologista evangélica Marina Silva. A sabiendas de que la representante del Partido Socialista Brasilero era su rival más firme, Rousseff le achacó haber “cambiado de partido cuatro veces en dos años”. “Usted no puede adoptar una posición hoy y cambiarla mañana”, le disparó la candidata del Partido de los Trabajadores en uno de los últimos debates, aunque el fuego cruzado arrancó ya en los primeros. Silva también tuvo que enfrentar los embates de candidatos menores. Fue así que a través de los debates volvió a crecer la imagen de la mandataria actual del país vecino y Silva pasó de ser favorita para el balotaje a quedar afuera de la segunda vuelta.
En un contexto de virtual empate técnico -por el margen de error de las encuestas- los debates televisivos son cruciales para definir el voto del electorado indeciso como sucedió en Brasil.
Un escenario similar a este último parece darse hoy en Argentina. A diferencia de otras ocasiones, cuando hay un candidato claramente favorito, existen a menos de un año de las elecciones tres postulantes que se disputan el primer lugar, con escasos dígitos de diferencia: Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri.
Para los más optimistas, esta disputa voto a voto podría convertirse en un “estímulo” para acceder al debate y definir al ganador en esa instancia, donde el blanco de los candidatos sería la porción del electorado aún indeciso. “El cambio cultural y el valor simbólico del debate hacen que todo el que participe del debate ya haya ganado”, explican. Pero otras voces estiman que, con tan poca diferencia, ninguno se sometería al riesgo del debate televisivo, donde el más mínimo desliz puede ser decisivo.
Hasta ahora y fuera de micrófono, los candidatos no ponen reparos al debate, según pudo averiguar Semanario Parlamentario. Pero todavía ninguno asumió algún tipo de compromiso. Las elecciones parecen estar muy cerca y a la vez, muy lejos, y hay quienes consideran “prematuro” hablar de debate presidencial pero hay que considerar que las PASO están a la vuelta de la esquina (serán el 9 de agosto) y las generales unas cuadras más lejos (el 25 de octubre).
Ruidos del interior
Si bien la historia contemporánea no sabe de debates presidenciales en nuestro medio, sí los ha habido a otros niveles. Por ejemplo, para gobernadores. En el interior son muy comunes en ciertas provincias, como Córdoba y Santa Fe, que parecen tener prácticas democráticas más avanzadas al resto del país y que la Nación misma. De hecho, eliminaron las listas sábana.
Y de esos debates participan los propios gobernadores. No es el caso de la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, donde el gobernador que busca la reelección se resiste siempre a participar de un debate. Pero cuando los aspirantes están en el llano, la cosa es más fácil.
De ahí que allá lejos en el tiempo, por ejemplo, Antonio Cafiero y Juan Manuel Casella protagonizaran un recordado debate que tuvo a Magdalena Ruiz Guiñazú como moderadora, quien tras el fallecimiento del legendario dirigente peronista lo recordaba días pasados en un diálogo con Eduardo Amadeo por radio. En la ocasión, el exdiputado comentó que tanta importancia le dieron a ese debate registrado en 1987, que habían ensayado durante un mes, bajo la coordinación de un reconocido publicista ya fallecido. Y durante esos debates él hacía las veces del radical Casella, mientras que una hija de Cafiero hacía de Magdalena.
En la previa, se esperaba que por su juventud, Casella saliera mejor parado en el debate, pero Cafiero lo venció, y se estima que esa exposición lo hizo subir cinco puntos en las encuestas, lo que muestra el valor de estos eventos.
En abril de 2014, la Legislatura de la provincia de Chaco dio el primer avance y sancionó una ley que obliga a los candidatos a gobernador y a diputados provinciales a someterse a un debate previo a los comicios. La norma entrará en vigencia el año que viene, en vísperas de una elección clave que por ahora será desdoblada, según la controvertida decisión del gobernador a cargo de la provincia, Juan Carlos Bacileff Ivanoff. El debate funcionará como “prueba piloto” y sus efectos podrían despertar una reacción en cadena para que otras provincias imiten el caso chaqueño, aunque todo dependerá de la voluntad política en cada caso.
En Chubut, la posibilidad es casi nula por ahora, y ni un buen ejercicio de imaginación permitiría definir que saldría de un debate abierto entre el mayor bipolarismo electoral con más chance, entre el ex gobernador Mario Das Neves y el actual, Martín Buzzi.
En fin. En tiempos de la “videopolítica”, a decir de Giovanni Sartori, resulta algo paradójico que no se pueda concretar un debate así, cuando gran parte del universo de la política pasa por la imagen televisiva. ¿Será tal vez por miedo al “homo videns” que manda en ese apasionante universo “teledirigido” que tanto gustan de manipular y donde “la palabra está destronada por la imagen”? Vaya uno a saber…
Fuente: Parlamentario, NA, propias.