Marina Benítes, de Puerto Madryn a la Franja de Gaza a través del circo

4El destino que depara a cada una de las personas suele ser inimaginable, aunque cuando alguien se esfuerza y deja todo por hacer lo que le apasiona, los resultados pueden llegar a ser más que satisfactorios, y el caso de Marina Valeria Benítes es uno de ellos. Nacida en Comodoro Rivadavia en 1981, vivió y se crió en Puerto Madryn hasta los 18 años, ya que sus padres se mudaron a la ciudad apenas nació la pequeña Marina, pero el destino o su pujanza, la llevó a trabajar en diversos lugares del mundo, incluida la Franja de Gaza.
“Desde muy pequeña sentí una vocación artística. Comencé haciendo teatro en Puerto Madryn con Mariana Villani como profesora y directora en el Teatro del Muelle, y luego continúe con Ylda Guzmán. Más tarde cursé teatro en el INSA en Roca, pero interrumpí mi carrera para irme a España donde comencé con el Circo para recibrme en Carampa, la escuela de circo de Madrid. Paralelamente me formé y me sigo formando en otras artes escénicas como en teatro, clown, danza y música”, cuenta la protagonista, quien estuvo varios días presentando un espectáculo en la plaza San Martin.

La vuelta al mundo

Una vez que Marina descubrió su pasión por el circo, se metió de lleno en su vocación y comenzó a trabajar tanto en circos callejeros, como en teatro e incluso recorrió las aguas de los mares Mediterráneo y Rojo a bordo de cruceros. Además, Marina enseña circo a niños y adultos en la Escuela de Circo de Madrid y tuvo la posibilidad de recorrer infinidad de países demostrando su arte: “Por suerte he viajado mucho haciendo circo. Tanto con mi compañía de circo llamada ´Chimichurri´, formada por dos personas y eventualmente por tres, como con otras compañías más grandes. He podido viajar prácticamente por toda España, muchas ciudades de Italia, además de Estados Unidos, Lituania, Japón, Marruecos, Dinamarca, Alemania, México, Palestina, Argentina y dentro de dos semanas viajaré a Puerto Rico”, cuenta Marina, que ya tiene un acento español luego de vivir hace tantos años en aquél país, al tiempo que agrega que “en mi opinión, viajar es siempre una experiencia positiva. Se aprende y se crece como persona, y enfrentarte a públicos de diferentes lugares y culturas te hace también aprender y crecer como artista”.

Reconstruir sonrisas

Dentro de todos esos viajes, hubo uno que a Marina Benítes la marcará para siempre, ya que a mediados del año pasado emprendió junto con otros artistas una misión muy complicada: alegrar con su arte a los niños víctimas de la guerra en la Franja de Gaza. “El viaje duro siete días dentro de la Franja y tres días en Jerusalén. Se formo un grupo de ocho artistas circenses y payasos específico para esta expedición y tuve la suerte de ser una de las elegidas. El nombre que elegimos para de la expedición fue ´Reconstruyendo Sonrisas´ que ya dice mucho. Fuimos a hacer un trabajo social no remunerado para los afectados en los últimos bombardeos por parte de Israel. Realizamos actuaciones en colegios, centros sociales, campos de refugiados y en hospitales infantiles”.
Al hablar de su experiencia en Palestina, a Marina se le quiebra la voz, pero continúa con su relato: “Está demostrado que la risa es una terapia muy eficaz en el tratamiento y la recuperación de este tipo de experiencias tan traumáticas. Nuestro objetivo era tan simple y tan complejo a la vez como hacer reír a niños, adolescentes, adultos y ancianos, en definitiva a cualquier persona que se nos pusiera delante”.

Fortaleza mutua

Claramente, el hecho de trabajar con un público en esa situación difiere mucho de cualquier espectador de Madryn, España o un crucerista que disfruta de las costas europeas. Al consultarle acerca de cómo es trabajar para chicos en esa situación, Marina Benítes contó: “Realmente trabajar con niños y niñas en esa situación es muy conmovedor. Te genera felicidad y tristeza a la vez, tienes que contener las lágrimas porque tu objetivo es hacerlos reír, te hace más fuerte ver como ríen y abren sus ojitos durante la actuación y como te agradecen al final de ellas. Además, para las mujeres era un valor añadido, eras un referente para muchas de ellas. La gente allí nos ha recibido muy bien, nos han abierto sus puertas y nos han dado, en la mayoría de los casos, lo poco que tenían. Nos han dado cariño y nos han transmitido tranquilidad para nuestra estadía allí”.

La guerra cotidiana

Más allá del trabajo en sí, tanto Marina como los otros siete artistas debían enfrentar los peligros de vivir en una ciudad que sufre permanentes bombardeos de parte del ejército israelí, por lo que debían tomar ciertas precauciones a la hora de transitar por las calles: “Partiendo de la base de que solo hemos estado allí siete días, te puedo contar que nosotros no podíamos salir solos de noche, que nos movíamos solo en taxi que la organización de allí nos mandaba, que alquilábamos un departamento en una zona en la que se hospedaban mas extranjeros, o sea con menos posibilidad que se bombardee”. Además, las condiciones de vida, tanto para los propios palestinos como para los artistas son muy difíciles, ya que “por ejemplo no teníamos luz durante todo el día, muchas horas se cortaba y se manejaban con generadores, al menos los departamentos que hospedaban gente como nosotros y no tenían agua potable. Según lo que nos contaban ellos, en el momento de los bombardeos cualquier punto de Gaza podía ser un objetivo, y al no haber lugares seguros para la población civil la gente tenía que seguir su vida normal”.
De todas maneras, Marina asegura que volvería a repetir una experiencia como esa, tanto en Palestina como en otro lugar que se encuentre en esa situación, de hecho, con sus compañeros ya se encuentra planeando el viaje a la Franja de Gaza para este 2015.

Futuro itinerante

Luego de haber estado casi un mes en Puerto Madryn visitando a su familia y amigos, Marina volverá a España, donde tiene algunos planes a corto plazo: “Por ahora sólo tengo claro que me mudaré a Barcelona al menos por dos años. Este verano europeo haré temporada en España, que es donde mas trabajo, y en invierno me gustaría conocer el sur de Estados Unidos, quiero ir a New Orleans con mi pareja a aprender música y mejorar nuestro ingles”.
Por último, Marina Benítes asegura que su ciudad adoptiva se encuentra en sus planes, aunque aún no sabe cuándo: “A Puerto Madryn quiero volver el año que viene, no se si en octubre o en enero, ya que aún hay que organizar varios factores. Por ahora vengo siempre de visita, la vuelta definitiva aún no la visualizo, pero pienso volver lo máximo que pueda cada año”.

 

ÚLTIMAS NOTICIAS