CARTA DEL LECTOR

Conflicto palestino-israelí. Un viaje de Trelew a Israel

bandeirasisraelpalestina-1Sentada en el micro de Trelew ya entrando a Madryn, se me acerca un hombre bien apuesto y me dice:
-“Disculpe, ¿usted es profesora o trabaja en la universidad?
Yo levanté la vista del libro que venía leyendo, le sonreí (pensé: qué forma más extraña de entablar una conversación) y le contesté:
-“Sí, ¿por?”-me sorprendí, creo que gratamente.
-“Porque tiene todo ese estilo…”
Me observa. Pausa de dos segundos. Yo guardo el libro en mi mochila. Lo miro y con mi silencio doy espacio para su pregunta o motivo de interés.

Por Ana Mariel Weinstock – Magdalenas – Puerto Madryn

-“¿Vio lo que pasó el sábado pasado en la Plaza de las Colectividades en Trelew? ¡Qué vergüenza!”
Él se indignaba y yo no entendía…
-“No se puede permitir que supuestos estudiantes cometan hechos vandálicos de semejante naturaleza”
Crecía su indignación y yo seguía sin entender…
-“¡Maltratar, pisotear, manosear así una bandera!¡Es un delito!”
Se refería al acto contra la violencia desatada en la franja de Gaza, organizado por la Secretaría de Derechos Humanos de la CTA-Chubut junto a la Cátedra Abierta de Estudios Urbanos y Territoriales de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. El episodio había sido publicado por un diario local y muchos testigos presenciales (colegas míos) opinaban que la crónica periodística no reflejaba lo ocurrido en aquella oportunidad.
Dejando para otra oportunidad la polémica sobre si se incurrió o no en una falta de ética periodística, porque ése no es el nudo de la cuestión en esta oportunidad, queremos sí, analizar cómo a raíz de un hecho verosímil (verdadero o falso) se disparan un montón de opiniones y representaciones sociales presentes en el imaginario colectivo, con las cuales a veces es difícil debatir.
-“¿Usted se refiere a la manifestación de repudio a la matanza palestina por parte del Estado Israelí?”
Y a medida que yo iba articulando palabra, me sorprendía el grado de indignación de ese hombre que tan amablemente se me había acercado a hablar.
-“Se supone que son estudiantes y docentes de la universidad… Nosotros les pagamos para que estudien, no para que hagan estas cosas”
– “También les pagamos a los legisladores, para que legislen; a los gobernadores… Yo le puedo asegurar que si no hubiera estudiantes que investigan y se interesan por estas otras cosas, habrían muchas cosas que no se conocerían, que no saldrían a la luz… Me llama poderosamente la atención que usted se indigne tanto por el trato dado a una bandera y no le indigne de la misma forma la matanza de población palestina. Mire, yo soy judía y en memoria de los seis millones de judíos, veinte millones de rusos y diez millones de cristianos muertos en el Holocausto, no puedo ser indiferente a esta masacre”.
Silencio. Ruido de fondo del motor del micro.
-“Lo que pasa es que son años de enfrentamientos y muertes”
-“Pero para mí la muerte de un palestino vale lo mismo que la muerte de un judío”
Pausa. Otra vez, el ronroneo del motor.
-“En eso coincidimos”- dijo él.
Continuamos conversando y cuando le pregunté su nombre, descubrí otra coincidencia: él también era judío como yo.
Cuando el micro estacionó en la terminal, nos saludamos:
-“¡Shalom!”
-“¡Shalom!”- le dije y nos dimos un apretón de manos.

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