Dime qué supones… y te diré quién eres
Dra.Patricia Chambón de Asencio
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“No hagas suposiciones. Todo nuestro sueño del Infierno se basa en ello. Chismorrear es enviarnos veneno los unos a los otros en el sueño del Infierno.” Dr. Miguel Ruiz
Parecería utópico, en estos días sustraerse al hábito de suponer.
La mayoría de los programas de tv de chismes y actualidad, noticieros y revistas, se nutren de la suposición. Suponer es dar como cierto algo que emerge del terreno de la interpretación personal.
Buena parte del tiempo, la mayoría de las personas se convierten en transmisores de rumores del tipo: ”…me lo dijo alguien muy allegado a él”; “…me lo contó una amiga que lo escuchó de muy buena fuente”; “…me lo dijo un muchacho que sabe…” y frases por el estilo.
La otra gran parte del tiempo la invierten aclarando situaciones y desmintiendo los rumores que ya han tomado estado público. Lo vemos en el mundo de la farándula, en la política y en nuestro pequeño y familiar mundo de la vida diaria.
Una simple suposición, generada por la sencilla e “inocente” costumbre de hablar de los demás se convierte en un falso rumor, que puede dañar la reputación de alguien y lo que es aún peor, transformarse en una verdadera “creencia” para quienes están suponiendo.
En ese momento una idea que era fruto de la especulación se convierte en “algo válido” que, cuando es pensado, genera torbellinos de emoción. Así es, cuando las suposiciones se convierten en creencias, nos apasionan.
Cuando se supone basándose solamente en la propia visión de la realidad, se da por sentado que algo “seguramente” es así.
Suponer es dar por hecho algo sin molestarse en acudir a la fuente para conocer la verdad. La mayoría de las veces, se acude a razonamientos y especulaciones auto-validantes que confirmen la suposición. Se busca una explicación en el ámbito de lo personal y a continuación, se refuerza con sucesivos pensamientos y comentarios. Lo más peligroso del hábito de suponer es que suplanta la verdadera comunicación.
Es más fácil y cómodo suponer, antes que preguntar directamente, cara a cara a la persona implicada. Un diálogo con la persona implicada es mucho más productivo que un diálogo interno o con un tercero. Si simplemente se hace una suposición, se está negando a la persona implicada la oportunidad de expresarse. Si alguien no se siente cómodo preguntando directamente, tendrá que evaluar si es un asunto que realmente le incumbe. Quizá tenga que ocuparse de los propios asuntos primero, antes que suponer de los demás.
Todos tenemos puntos ciegos en nuestra forma de ver y de vernos. Tendencias que simplemente nos negamos a admitir como propias, rasgos que no nos gusta aceptar y que en consecuencia volcamos hacia el exterior en la primera ocasión que se nos presenta. Ocasión que nos permite proyectar toda nuestra cólera e indignación para luchar contra eso que vemos en los otros, eso que nos ciega con idealismos apasionados que no nos permiten ver que el enemigo está mucho más cerca de lo que imaginamos. Porque el enemigo está adentro… en lo que me niego a ver de mí mismo y veo con tanta facilidad en los demás.
Para dejar de suponer y de rumorear tengo que empezar a entender que aquello que los demás hacen o “me” hacen y que me resulta injusto o indignante, no es más que lo que, sin ser conciente, me hago a mí mismo. Soy el único responsable de ese malestar.
El malestar, la indignación, lo que sea que me altere, no es algo que se desarrolla entre yo y el mundo externo. Es exclusivamente MI REACCIÓN originada en mi interior. Es lo que “no veo” de mí, porque es feo, doloroso, avergonzante y entonces, para evitar ese dolor lo proyecto en los demás.
El primer paso para comenzar a hacerse responsable del propio malestar y dejar de proyectarlo en los demás en forma de suposiciones o críticas, es hacer consciente esa emoción. Asumirla. Sentirla en el propio cuerpo sin reprimirla, sin censurarla, sin negarla. Así si siento indignación o me siento víctima de la injusticia, asumo esa sensación como propia, la siento en mi cuerpo, en forma de tensión, de temblor, de angustia, de dificultad para respirar, dejo que se exprese realmente hasta hacerla plenamente conciente. No busco descargarla en otro. La acepto tal cual es sin censurarla.
Este cambio de actitud implica que en lugar de desvincularme de mi emoción y protestar por ser una víctima, he asumido la responsabilidad de lo que estoy haciendo conmigo mismo.
El segundo paso consiste en invertir el sentido de la proyección. Si antes decía “El mundo me rechaza” ahora es “ En este momento rechazo a todo el condenado mundo!” O también: “Todos me critican” se transforma en “No paro de criticar a todos!”
No se trata de querer desembarazarnos de las emociones molestas. Todo lo contrario, se trata de hacernos concientes y responsables de ellas. Mientras sigamos proyectándolas en los demás en forma de suposiciones, críticas o enjuiciamientos, no podremos liberarnos de ellas, seguiremos sufriendo y culpando a los demás de nuestro malestar.
Casi todo el mundo tiene miedo de enfrentarse a sus” puntos ciegos” ya que generan emociones desagradables y temor de quedar atrapado en ellas. Pero es justamente al revés. Cada vez que “negamos” nuestras partes oscuras, las alienamos y desde la oscuridad de la inconsciencia buscarán expresarse de alguna forma hasta conseguirlo. Las críticas, las suposiciones, las enfáticas persecuciones y los síntomas en el propio cuerpo, no son más que la expresión de esta parte nuestra alienada, sumergida, rechazada que busca expresarse.
Nuestras suposiciones…serán las señales que nos guíen hacia nuestra verdadera identidad. Identidad que espera ser reconocida en su totalidad para realmente Ser.